Encuentros casuales | |
Un hombre camina pensativo rumbo a la iglesia, sin reparar en el sujeto que viene a su encuentro: - ¡ Juancho !. - ¡ ¿ Eh? ! - sobresaltado -. Perdón, ¿ lo conozco?. - ¡ Juancho ! - acompañando ahora con una amplia sonrisa. - No… lo recon… , ¿ es que usted me conoce ?. - Es la primera vez que lo veo. - Pero si es la primera vez, ¿ por qué me llama Juancho ?. - No lo llamo a usted. Me llamo yo. Así siempre me presento. - Bueno, ¡ caramba !, es que yo también me llamo así. ¿ y en qué puedo servirlo, Juancho ?. - Usted ha de saber... – ahora con una sonrisa mas amplia. - Sí… ?- ya un poco molesto. - Bueno, usted verá: mi nombre es Juancho, pero no quisiera incomodarlo… - Ya lo está logrando, mi amigo.Iba rumbo a la iglesia, y me estoy retrasando. Quien salió al encuentro de Juancho, se quedó parado viendo cómo su tocayo seguía su camino. Mientras tanto nuestro protagonista apuraba su paso ( estaba a tres cuadras del templo) , y pensaba : - ¡ Qué pesado, por favor !. De pronto : - Señor… - una vocecita interrumpió. Miró hacia un costado : una niña de no más de cuatro años con expresión de susto en su rostro, lo miraba esperanzada cómo buscando protección. - No encuentro a mi papá… - comenzando a llorar. - Bueno, dulce, no llores. Cómo te llamas ?. - Buaaah….!. - Bueno, bueno, no te preocupes. Te voy a ayudar. A ver... ¿ Cómo se llama tu papá ?. - Juancho… - un poco más calmada. - Oh, no…ahora entiendo. - ¿ Lo conoce a mi papi ? – preguntó ella esperanzada. - En realidad… no. Aunque creo que..- mientras miraba si aquel hombre aún estaba por allí. La niña en sus brazos giró con él, y abriendo sus ojos exclamó: - ¡ Es él !, ¡ es mi papi ! Juancho, sosteniéndola con un brazo se tomó la cara con la mano libre, y pensó : - Bueno, por lo menos lo encontramos pronto. - ¡ Sí, es mi papi !. Cuando estuvieron a unos quince metros, la niña sonriente exclamó: - ¡ Papi !. Su padre gratamente sorprendido gritó: - ¡ Juancho, sabía que me ayudaría !. – y tomandola en sus brazos dijo: - Hijita… ¿ dónde estabas ?. La niña llorando de alegría contestó: - Me perdí, papi. Pero el señor me ayudó. - Sí, hijita, se llama Juancho. - ¡ Juancho ! - exclamó alegre la niña. - ¡ Sí, Juancho, hijita !. - Bueno, me alegro de que se hayan encontrado. Se me hace tarde. Voy a la Iglesia. Adios. Dio media vuelta, y salió caminando rápidamente. - ¡ Juancho, permítame agradecerle ! - dijo el hombre. - No tiene por qué. Adios. - Juancho, adiós. – dijo la niña con una vocecita muy dulce, y una sonrisa realmente encantadora, al tiempo que movía su mano en señal de despedida. Estaba a cincuenta metros de la iglesia. Solo quedaba cruzar la calle. Como caminaba muy rápido mirando al piso, no reparó en quién venía por la calle lateral. Y se lo llevó por delante. - ¡ Aaaaaaahh…!!! – dijeron a dúo. -Qué suerte la mía , Juancho.... - Pero, ¿ es que hoy todo el mundo me conoce ?. ¡ Ay, Juancho !, primero tu mujer, luego tu jefe, y ahora este que me cabecea como apuntando al arco. - Este ...sepa usted, fue bautizado : ¡ Juancho !…Y espero una disculpa. - ¡ Bueno, de acuerdo ! - dijo Juancho fotocopia. Sepa usted recibir mis disculpas, señor… - … Juancho, ya le dije. - ¡ Ah, bueno, bueno !. Pero si ya le hizo efecto el golpe...- mientras se iba. - Tengo que calmarme. Tengo que calmarme… La iglesia, sí, la iglesia. Enseguida llegó a las puertas del templo, y mientras subía las escaleras, un hombre sucio y andrajoso, estiraba la mano,diciendo mecánicamente : - ¡ Una monedita para este pobre Juancho…!, ¡ Una monedita para este pobre Juancho…!. Mientras subía, lo miró pero escuchando : - ¡ Una monedita para este pobre…!, ¡ Juancho !. ¡ Una monedita para este pobre…!, ¡ Juancho ! - Y muy diligente sacó unas monedas de su bolsillo, y se las dio, mientras le decía : - ¡ Ya, ya !, tome, tome. ¡ Pero deje de nombrarme ! - y se introdujo en el templo. Dentro del templo : El cura se dirigía al atril a leer el evangelio, justamente cuando Juancho se disponía a tomar asiento: - Escuchar el evangelio me hará bién. Sí, sí, me hará bien. Ya me estoy tranquilizando. El sacerdote tomó la biblia entre sus manos, alzando la mirada y dijo : - Lectura del Santo Evangelio según San Juan… - ¡ BASTA, BASTA, BASTA !. ¡ por favor…! Y ante las miradas estupefactas del padre y de todos los creyentes, salió corriendo como víctima de un bombardeo. - ¡ Una monedita para este pobre… ! . ¡ Juancho !. - ¡ Cállese, cállese, por favor ! – le dijo al mendigo, mientras ponía en sus manos varios billetes de gran valor. - ¡ Mi Dios ! – dijo el mendigo -. ¡ Usted sí que se ha apiadado de mi. Dígame, buen hombre : ¿ cómo se llama usted ?. - ¡ Juancho !, ¡ Esa es mi desgracia !. Quisiera ser Pedro, Raúl, Felipe, José… Pero ¡ no !, seré Juancho para toda la vida ! . Anduvo durante horas sin rumbo, descargando su bronca, hasta que se detuvo a descanzar en una plaza. A tres metros otro hombre también pensativo, mecánicamente le daba de comer a unas palomas. Luego de media hora de silencio, Juancho habló, mirando a las palomas : - ¿ Qué más da…? – dijo en voz baja. Su vecino lo miró, pero … nada. Solo después de un minuto, contestó : - Sí…, ¿ qué más…?. - Ya es hora de que me vaya haciendo a la idea… - Sí, ya es hora . - Dígame, señor… - dijo Juancho. - No se lo diré - contestó. - ¿ Qué cosa ?. - No, no… - No, ¿ qué ?. - Sí… - dando maíz a las palomas. - ¿ … Sí, qué ?. - No se lo diré… - ¡ ¿ Qué cosa ? ! - No… no… No, no. No se lo diré… - ¿ Qué ? - Es decir…, ya es hora de que no se lo diga… - ¿ Por qué ? – preguntó Juancho, como si supiera de qué hablaban. - Sencillamente… usted ya lo sabe… - ¿ Usted cree…? – - Completamente. Juancho se levantó diciendo : - Gracias. Cuando se encontraba ya a unos cincuenta metros, el hombre le contestó mirando al piso : - … a usted. Se sentía distinto. Percibía que el encuentro en la plaza no era casual. - ¡ Pero claro ! – dijo - . Tantos miles dando vuelta por ahí y solo unos pocos, hemos sido elegidos para llevar este nombre . El mundo debería saberlo. - A ver, a ver…, a que usted no lo sabe- le dijo a una señora muy gorda que caminaba por la vereda. - A que usted no sabe que soy uno de ellos… - Eeeeeehh….? - Un Juancho !... ¡ Uno legítimo ! - ¡ Aaaaahh, pero muy bien, muy bien, lo felicito ! - Muchas gracias – contestó satisfecho. - ( Pobre…., tan joven….) – pensó la mujer. Unos metros más adelante, se cruzó con el General Oviedo. Al verlo, no se contuvo, y le dijo con una sonrisa : - ¡ Juancho, a sus órdenes ! - ¡ ¡ Aaaaaaaalrededor mío carrera márch ! ! . ¡ ¡ Salto arriba empezar ! ! . ¡ ¡ Cueeeeeerrrrpo a tierra ! !. Un poco confundido, comenzó a ejecutar los movimientos vivos, con gran decisión. Y de pronto se detuvo : - No, no, general, …jeh, usted no me entiende. Simplemente soy Juancho, para lo que guste mandar. - Justamente : ¡ ¡ Fleeexiones de brazos, empezarrrrrr ! ! ¡ ¡ Desaparecer de mi vista ! ! ¡ ¡ Carrera maaarrrch ! ! Aprovechó la última orden para evaporarse y salir así del inesperado influjo castrense. Hay que dirigirse a la persona correcta, en el momento correcto. Es solo eso. Divisó en la próxima esquina un restaurante. Y se volvió a entusiasmar. - Buenas tardes señores, soy Juancho, para servirles… - Buenas tardes, sírvanos dos cafés por favor . Atónito balbuceaba : - Eeeeeh….., pep…..pero…. - Ah, sí, y tres medialunas . - Mi café no muy cargado, si es tan amable – dijo el otro. - Sí, enseguida – Entró al restaurante y se dirigió hacia la barra. El gallego le preguntó : - Eeeeel señor……, ¿ qué se va a servir ? – mientras le pasaba el trapo a la barra. - Eh…. –rascándose la oreja – dos cafés. - Dos cafés para el señor…. – repitió la madre patria. Un minuto después, el gallego servía a Juancho. Y le cobraba, por supuesto. A mitad de camino recordó las medialunas cuando pasaba junto a una mesa de enamorados. - Señores…. dos cafés. Uno no muy cargado para el señor - mentira, pensó – y tres medialunas. - Claro, por lo visto no fueron las personas correctas, en el momento correcto. Debo compartir la dicha de ser un Juancho. Se dio vuelta, y reconoció en otra mesa a Ricardo, el plomero del barrio, con su esposa y su hija. Y los encaró : - Buenas tarde, Juancho. Estábamos hablando con las doncellas aquí presentes y decidimos comer una picada. ¿ Puede ser ?... - Bueno…., si me permiten, yo…. - Sí, sí la bebida puede recomendarla si quiere. El vino de la casa estará bien. - Una picada para tres… y el vino de la casa. - Fue a la barra, hizo el encargo, y se fugó. - Debe haber sido el momento incorrecto…. ¿ Estará bien que me llame Juancho…. ? Tengo que pensar, …. sí. No, no voy a pensar ahora. Voy a caminar. Mejor pienso…., si voy a caminar, ¿ no ? Estoy pensando, si….. esto camina o no camina. Después de una cuadra, y no sacar nada en limpio, se detuvo. Era una hermosa tarde, con un sol enorme, brillante. De repente……, el cielo se oscureció, y empezó a diluviar. Corrió en busca de refugio. Habíaen una esquina un gran cobertizo debajo del cual se refugiaban unas quince personas. Corrió hacia el, y cuando llegó, se sintió aliviado. - ¡ Ahaaaa ! – dijo – Un rato más bajo la lluvia, y me pescaba flor de pulmonía….., ¿ no ? - comentó con ánimo de entrar en conversación. Nadie contestó. - Húmeda la cosa…, ¿ no ?.... Silencio. Pensó : - Qué manga de amargados…. Convencido de la poca sociabilidad del grupo, siguió hablando solo : - Perooooo ….., es linda la lluvia…., ¿ no ?..... Estaba tan oscuro, que no podía verles las caras. Seguía lloviendo fuerte. Se sintió solo en medio de extraños. Cuando apenas dio los primeros saltos, le gritaron a coro : - ¡ ¡ CHAAAAUU , JUANCHOOO ! ! ¡ ¡ JAH, JA, JAH, JA ! ! Se pegó flor de susto. A tal punto que no se animó a darse vuelta. Y corrió más rápido aún. Justo en el momento en el cruce dejó de llover, y salió el sol abruptamente. Era la plaza. La misma en la que había estado más temprano. Caminó un poco y se detuvo, cuando reconoció al hombre que daba de comer a las palomas. Sorprendido, se sentó en un banco. - ¿ Qué tomé hoy…. ?Yo no entiendo nada…. Todo esto es muy raro…. - Sí, ¡ ya lo creo ! – dijo con voz fuerte una de las palomas – Un hombre que venga a vernos y no nos dé maíz…. - ¡ Ah, noooo….! – dijo Juancho estupefacto. - ¡ ¿ Qué no ? ! ¡ Acá todo el mundo viene y trae maíz, viejo! - O algún sanguchito medio mordido, ¿ no tenés ? – dijo una tercera. - Un pedacito de pan duro….. - ¡ Mirá que había sido amarrete el Juancho, che ! – dijo el buchón. Sintió la transpiración en su frente, y notó que tenía fiebre. - ¡ Che, Juancho, largá algo ! - Un paquete de pastillas, un chicle, ¿ no tenés….? - Che , dame un faso – dijo el buchón. Ya fuera de sus cabales, sacó el paquete y le convidó uno. - ¡ Dame fuego.! ¡ Mirá que sos agarrado ! - ¡ Sí, devoto de la Virgen del Codo ! – dijo otra. Juancho no pudo más, y echó a correr. - ¡ Juancho, vení ! - ¡ Vení, che, dónde vas ? - ¡ Vení, hacéte amigo ! – le gritaban las palomas. - ¡ No, no, yo no soy Juancho ! ¡ No, no quiero ser Juancho ! ¡ No, no, noooo ! – gritaba mientras corría. Corría, corría, y corría. De pronto…. levantó vuelo. Comprovó que cuanto más movía sus piernas, más se elevaba mientras avanzaba. Se encontraba flotando a unos cincuenta metros de altura, sobre la plaza . Abajo, el pueblo congregado para verlo aclamaba a los gritos : - ¡ ¡ ¡ JUANCHO, JUANCHO, JUANCHO ! ! ! Su corazón latía con fuerza. - ¡ ¡ JUANCHOOO ! ! ¡ ¡ Cueeeerrrpooo a tieeerrrrraa …. ! ! El cura párroco le imploraba : - ¡ ¡ Juancho ! ! , ¡ baja, por el amor de Dios…. ! Alrededor suyo, volaban las palomas : - Mirá que había sido famoso – dijo una. - ¡ ¡ Basta, por favor ! ! El buchón, parado en su cabeza, le decía : - ¿ Me firmás un autógrafo ? - ¡ ¡ Basta, basta ! ! – gritó otra vez. La gente, abajo, seguía aclamándolo : - ¡ ¡ JUANCHO, JUANCHO, JUANCHO ! ! El general Oviedo insistía : - ¡ ¡ Juanchooo : Cueeerrppo a tieeerraa ! ! Juancho enloquecía. - ¡ ¡ No, nooo. No soy Juancho ! ! ¡ ¡ Nooo ! ! ¡ ¡ Nooo ! ! ¡ ¡ ¡ NNOOOOOOOOOO….. ! ! ! De pronto, lo sujetaron entre varias personas, y ya no pudo moverse. Se encontraba sentado en la cama de su habitación, totalmente empapado en sudor, y temblando de frío. - ¡ Eduardo ! Hijo querido – le dijo su madre – Tranquilo, ya está bien, ¿ sí …. ? Delirabas por la fiebre, hijo. Aún está alta, ¿no doctor ? - Sí, Eduardo, tienes 39 grados. Pero baja de a poco. Con este medicamento, y un té caliente, mejorarás. - Sí, sí, Bueno – dijo Eduardo. - Claro, hijo. Te vas a mejorar. Al doctor le debes tu mejoría. El doctor se retiraba, y saludó : - Bueno, Eduardo, ahora a descansar. Se pondrá bien. Adiós. - Sí, gracias – dijo Eduardo – Muchas gracias….Perdón, no sé su nombre…. Sonriendo : - Mi nombre es Juancho. Para servirle…. .
FIN . Marcelo Arrizabalaga ( Buenos Aires, 11 de Julio de 1.996) | |
Escrito por: Faluu (2010-06-22)
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