11 Historias Capitulo 02: Incompletos Extraños


Incompletos extraños
Ricardo es un hombre que acaba de cumplir los 40 años, a raíz de esto decidió darle un repaso a su vida, analizar sus los logros y los fracasos; pronto se dio cuenta de que ha habido en su vida más fracasos y errores, que aciertos y triunfos. Esto conlleva a Ricardo a una profunda depresión.
A sus 40 años Ricardo no había podido alcanzar una buena posición social, no se ha casado, no ha tenido hijos, y sobretodo no pudo lograr la meta que se había trazado cuando era joven, convertirse en un pianista de renombre. Ese había sido el más grande de sus sueños desde que conoció la música, lamentablemente y a pesar de haber estudiado jamás logro dejar fluir a través de sus manos algo que lo llevara a la fama.
Una noche después de haber pasado todo el día emborrachándose, Ricardo toma una decisión muy seria, decide que no tiene una meta, es un fracasado no tiene ya tiempo, y que la vida no tiene ningún valor; deja su departamento algo mareado y entonces se dirige a la playa, en donde había un enorme acantilado en donde el pensaba acabar con su vida, ya que debajo de el acantilado hay una gran concentración de rocas que sin duda acabarían con su vida.
Ricardo aun bajo los efectos del alcohol se las arregla para subir a lo más alto del acantilado en donde planeaba ponerle fin a su desgracia. pero algo llama su atención al ir acercándose a la sima.
Ahí en la orilla del acantilado se encontraba alguien parado.
Ricardo se esconde entre unas plantas que había por ahí y nota que era la silueta de una mujer la que se encontraba ahí.
— ¿Qué hace esa mujer? —se pregunta Ricardo.
Comienza a acercarse lentamente, tratando de no hacer ruido para no sorprenderla, pero e tropieza con una zapatilla de mujer que estaba ahí lo que alerta a la mujer quien gira a verlo. El se detiene a unos metros de ella.
Ve a una chica joven, vestida con una mini falda jean y un top y un chaleco que hacia juego con su minifalda, su mirada reflejaba gran tristeza que resaltaba a través de su maquillaje corrido.
— ¿Qué esta haciendo…señorita? —Le pregunta tambaleándose.
La chica en la orilla gira nuevamente mirando al mar y comienza a avanzar unos pasos dejando caer su cuerpo.
Rápidamente Ricardo corre hacia ella, gritando ¡no!
Con mucho esfuerzo Ricardo logra sujetar a la chica de una de sus tobillos, pero Alejandro es arrastrado casi medio cuerpo hacia afuera del acantilado. Ricardo logra sujetarse, pero comenzaba a perder fuerzas, la muchacha ni se preocupaba en tratar de ayudarlo a subirse, ella solo estaba ahí como muerta.
— ¡Señorita…señorita…Ayúdeme a subirla! —Decía Ricardo haciendo un gran esfuerzo — ¡Estoy perdiendo fuerzas, ambos caeremos…! — desesperadamente busca algo para agarrarse mejor ya que el peso le estaba ganando.
Entonces haciendo uso de todas las fuerzas que tenia comienza a retroceder poco a poco, cogiéndose de lo que podía, hasta tener casi todo su cuerpo sobre la tierra, entonces toma a la muchacha con ambas manos y logra subirla y ponerla a salvo.
La muchacha estaba desmayada, Ricardo le da unas pequeñas bofetadas tratando de reanimarla, pero es inútil.
— ¿Por qué una linda chica como tu trataría de quitarse la vida? — pregunta Ricardo mirando a la joven ahí acostada en la tierra, la muchacha no tendría más de 25 años.
Ricardo lleva a la chica a la parte baja del acantilado, cerca a unas tablas, la acomoda ahí y la cubre con la casaca que traía puesta el.
Ricardo se queda entonces ahí, sentado frente a ella, esperando a que despertara.
Unos 30 minutos después ella despierta.
— ¿Te encuentras bien? — Le pregunta Ricardo a la muchacha.
La chica mira a su alrededor algo desconcertada, era obvio que no pensaba en despertar nuevamente nunca más.
— ¿Quién eres tu? —le pregunta a al Hombre extraño que estaba frente a ella.
— Me llamo Ricardo, — le dice —tienes suerte de que haya estado por aquí, de lo contrario no estarías viva ahora.
— ¿tu me salvaste? —pregunta la chica arreglándose un poco el cabello.
— Si, no sabes lo difícil que fue, por poco y también me caigo yo.
— No debiste hacerlo —le dice sacándose de encima la casaca de Ricardo.
— Fue un reflejo, te vi caer y no pude evitar ir tras de ti.
— No se si agradecértelo o mandarte al diablo por meterte en algo que estaba fuera de tu interés. — le dice levantándose.
Ricardo se levanta también.
—Bueno… como te dije fue una reacción, solo eso.
— Es verdad eso que dicen, ¿sabes?
— que cosa.
— Que cuando se salta de un edificio a la mitad te arrepientes y quieres regresar a tras, pero te das cuenta que ya no se puede, en este caso un acantilado.
— ¿Qué quieres decir? —pregunta.
— Pues cuando me dejé caer y antes que perdiera el sentido me asusté mucho.
—Te entiendo. —dice recordando el terror que sintió al estar en la orilla del acantilado a punto de caer.
— Creo que mejor hubiese conseguido un arma — menciona la extraña chica.
—No me has dicho tu nombre. — pregunta Ricardo.
— Susana, me llamo Susana. —le responde.
— Pues es un extraño gusto conocerte, Susana. —le responde poniéndose su casaca.
— ¿Quieres ir a tomar un trago? Te invito— dice Susana.
— Ya me he tomado muchos… pero… de acuerdo, no me caería mal uno más. — contesta.
Susana y Ricardo entonces bajan del acantilado y se dirigen a la autopista que está cerca. Susana camina hacia un muy lujoso automóvil y revisa sus bolsillos. Ricardo la mira extrañado.
—Menos mal no perdí mis llaves — dice mientras abre la puerta del automóvil.
— ¿Este es tu auto? —pregunta Ricardo impresionado.
— Si, —contesta mientras entraba en el — ¿No vienes? — le pregunta mientras ingresa al auto y lo enciende.
Ricardo se sube al automóvil y ambos parten.
Durante todo el camino ninguno de los 2 dijo una sola palabra, tanto Susana como Ricardo permanecieron callados, solo mirando el camino, ambos con una mirada sin expresión alguna.
Un rato después Susana detiene el auto frente a un edificio no muy lejos de la playa.
— Pensé que iríamos a un bar — Menciona Ricardo.
— Créeme, no notaras la diferencia — le dice bajando del auto.
— ¿Qué es esto? —pregunta Ricardo bajando también.
— Es donde vivo, — le dice mirándolo, — ¿vienes? —le pregunta.
Ricardo asienta con la cabeza y ambos ingresan al edificio.
Suben hasta el 4to piso, donde estaba el apartamento de ella.
— Adelante — le dice abriéndole la puerta de su apartamento.
Ricardo ingresa y se sorprende al ver lo grande que era el lugar y lo elegantemente decorado, nada parecido al pequeño cuarto que el alquilaba y que por cierto no había pagado la renta en algunos meses.
— Allá esta la cocina — señala Susana — en el refrigerador hay cualquier cantidad de licores, cervezas, sírvete lo que desees. Yo iré a darme un baño, ya regreso — le dice.
— De acuerdo… — Contesta Ricardo dirigiéndose a la cocina.
Ricardo se dirige a la cocina y toma una botella de Whisky, coge un par de vasos del estante, luego regresa a la sala se sirve y acompañado por el sonido del agua fluyendo en la ducha bebe un par de tragos, en un momento la curiosidad lo hace acercarse a la puerta del baño que Susana había dejado semi abierta, planeaba quizás dar un pequeño vistazo, pero entonces se arrepiente y comienza a pasear por la enorme estancia.
Ricardo miraba los cuadros de las paredes, en ellos se podía observar varios acontecimientos de la vida de Susana, su graduación, sus padres, sus amigos, sus viajes, en todas las imágenes ella se veía feliz, es lo que llamó la atención de Ricardo —¿Qué llevaría a una chica aparentemente feliz a querer quitarse la vida? — se preguntaba mientras caminaba a través de la habitación.
Federico se para frente a la ventana a terminar su trago, observando desde ahí la vista del lugar que irónicamente daba al acantilado.
Un rato después Susana sale de la ducha en una bata de baño y se dirige donde Ricardo. El voltea a mirarla sorprendido ya que no imaginaba que ella saliera así, menos con un completo extraño en su casa.
— ¿Te gusta la vista? — Le pregunta mientras se sienta en el mueble de su sala y se sirve un baso de whisky.
— Pues si, vista al mar… ¿a quien no le gustaría tener una vista así todo el día? — le dice mientras bebe un poco de su vaso, aun parado al lado de la enorme ventana.
—A veces me cansa. — le contesta y bebe.
— yo no me cansaría, desde mi apartamento solo ve una tienda de pollo frito, eso si cansa. — Dice girándose a ver el paisaje nuevamente. —y…. ¿siempre sueles invitar a desconocidos a beber a tu casa? ¿O solo a los que te salvan la vida? — le pregunta.
Susana deja su vaso sobre la meza de centro.
— ¿y tu siempre vas a casa de completas desconocidas que intentaron suicidarse y te invitar a beber? — le responde sarcásticamente.
Voltea a verla.
—Pues…no. A decir verdad siempre he preferido beber solo, pero en esta ocasión de verdad necesitaba un trago.
— Y quizás yo no quería estar sola esta noche o lo que queda de ella. — le responde.
— ¿Cuál es tu historia, Susana? — le pregunta y bebe un poco. —¿Por qué una chica como tu intentaría acabar con su vida?
Un silencio incomodo atrapa la escena.
—Descuida, no tienes que decírmelo, fue un atrevimiento preguntártelo. — agrega Ricardo.
— Creo que te lo debo, ¿no? Después de todo me salvaste. — le dice.
—No te preocupes, no tienes que hablar de eso.
— No, creo que si tengo que hablar con alguien ¿Quién mejor que un sujeto al que no conozco, el cual que arriesgó su vida por la mía, aunque yo no la quería y que posiblemente después de hoy jamás vuelva a ver? — se inclina a tomar su vaso.
— Pues entonces… ¿en que pensabas? —le pregunta.
— Es obvio en que pensaba… quería acabar con todo. No quería seguir en este mundo, no quería volver a abrir los ojos.
— ¿pero por que? ¿Qué te ha sucedido que te llevó a esa decisión? Es decir… eres joven, guapa, vives bien… ha tenido que ser algo muy grabe, al menos eso pienso.
— ¿Te has puesto a pensar en el por que de levantase cada día, Ricardo?
— Si, algunas veces. — contesta.
— ¿Alguna ves te haz visto al espejo y… lo que haz visto te a desagradado tanto que has preferido no seguir mirándote por el asco que sentiste? — le pregunta con la vista colocada en el vaso de whisky que ella giraba levemente.
— Pues, si, muchas veces, quizás no a ese nivel, pero entiendo lo que quieres decir.
— ¿Cómo haz hecho para seguir adelante? — su mirada se fija en el.
— Pues…tenia la esperanza de… de mejorar de cambiar esa imagen mía, pero…no siempre es fácil hacerlo, lo se muy bien.
— Esta mañana cuando me levante de mi cama... había un hombre en ella. uno que ni recordaba saber quien era, estaba desnudo al igual que yo… mi boca me sabia a una extraña mescla de semen, alcohol, tabaco y otra cosa que no llegué a identificar… me levante aun algo ebria, camine directamente al baño a vomitar. Cuando me mire al espejo… sentí tanto asco de mi misma. Solo veía a una Drogadicta de 25 años ebria, que no recordaba que mierda había hecho o había dejado que le hagan la noche anterior… fue horrible, comencé a llorar durante unos minutos.
— Bueno…todos cometemos errores — dice terminando su Trago.
— lo se, pero yo cometía esos errores por que en cierto punto me gustaba cometerlos, no voy a mentirme a mi misma. No soy lo que se dice una chica perfecta. Pero… he llevado mi vida a un extremo del cual me es ya difícil dar marcha atrás.
— ¿por eso decidiste…matarte? —le pregunta acercándose y sirviéndose mas whisky.
— Si. Me di cuenta de que seguiría con lo mismo, que… no tengo las suficientes fuerzas para cambiar y… creo que no quiero cambiar….
Ricardo se sienta en el mueble frente a ella.
— ¿No quieres? —pregunta.
— Así es, todo el día me la pase en la ducha, tratando de limpiar lo asquerosa que me sentía, tratando de convencerme de que… debería de darle un giro a mi vida, ya sabes. Pero en un momento una parte de mi se comenzó a preguntar ¿Por qué hacerlo? Y esa parte era más fuerte. ¿Sabes que hice después? — le pregunta.
— ¿Qué hiciste?
—Pues me vestí, cogí el dinero que me había dejado el hombre desnudo sobre la cama y fui al mismo club que siempre voy. Termine emborrachándome, drogándome, incluso tuve sexo con un sujeto en el baño del club.
— ¿y que querías lograr con eso? —pregunta con extrañeza.
— No lo se… solo lo hice, es como si…en ese momento no pensara, solo quería tratar de olvidar lo asquerosa y vacía que es mi vida. Se que suena muy estúpido.
— ¿y en que momento decidiste que era mejor acabar con todo lanzándote del acantilado?
— Pues cuando fui a enjuagarme la cara en el baño…. Me mire y no pude evitar ese sentimiento de asco conmigo misma. Un gran remordimiento me consumía, así que Salí del lugar sintiéndome más mierda que nunca… conduje y conduje… no te imaginas cuantas luces de alto me he pasado. Conduje hasta llegar a la playa, entonces baje de mi auto y… pues subí al acantilado, estuve parada ahí, llorando al menos unos 40 minutos, tratando de encontrar un solo motivo para no saltar… hasta que te escuche detrás de mi y me dejé caer.
— ¿De verdad no encontraste nada por que seguir viviendo? —pregunta Ricardo.
— No, absolutamente nada que realmente valga la pena.
— Pues…si hubiera algo que yo te pudiera decir… pero creo que yo no soy la persona adecuada para aconsejarte. Yo no estaba en ese acantilado por casualidad o por que me guste el mar.
Susana lo mira, toma su vaso y bebe de el.
— Yo al igual que tu tampoco tengo nada por que vivir un día más. — le dice.
— ¿Entonces también ibas a saltar? —le pregunta.
— Si, o al menos eso pretendía, como dijiste… a la hora de la hora, no se su hubiera tenido las pelotas para hacerlo. Ya seria el colmo que hasta en eso fracasara.
— ¿A que te refieres? — Le pregunta.
— Pues soy un fracasado, un hombre que acaba de cumplir los 40 y no tiene nada, ni familia, ni dinero, ni trabajo fijo, mírame, estos jeans y otros 2 son los únicos pantalones que tengo, estos zapatos los tengo desde ya más de 2 años. — Bebe todo el whisky de su vaso de un trago — no tengo una esposa, ni hijos. Mierda, ni un puto perro al cual patear. Y es tarde para tratar de Comenzar nuevamente, simplemente no puedo más con todo esto.
Susana solo lo miraba y lo escuchaba atenta.
— No he cumplido ni una sola de las metas que me propuse, fui un fracasado, soy un fracasado, y seguramente lo seguiré siendo. — Se sirve nuevamente un trago.
Un silencio atrapa nuevamente la escena mientras ambos miran fijamente sus vasos de whisky.
—Al parecer somos 2 personas que no tienen razones para seguir vivas. — Dice Susana.
— Si, y que extrañamente siguen vivas a pesar de que esta noche planeaban terminar con todo esto. Eso lo llamaría una bofetada del destino. Es como si estuviera escrito que tengo que seguir vivo y sufrir, fracasar… ¡me cago en mi jodida vida! — exclama.
— Si tú continúas vivo… ¿es probable que sigas fracasando? —le pregunta a Ricardo.
— Esta escrito ¿no? — contesta con ironía.
— Pues si yo sigo viva es seguro que regresare a ese bar a continuar embriagándome, drogándome y acostándome con cualquier sujeto asqueroso que se me cruce, y ya e estado en uno que otro centro de ayuda así que... pensar en entrar en uno nuevamente solo seria perder tiempo.
Ricardo la mira y bebe un trago más.
— ¿Entonces si yo no hubiera estado ahí en el acantilado…saltabas? —le pregunta mirándolo fijamente.
—Es lo más probable. — le contesta. — creo que si lo único que evitó que lo hiciera fue ese reflejo que tuve al tomarte del tobillo, de no ser si hubiera saltado.
— Entonces básicamente en ves de ayudarnos, de alguna extraña forma nos hemos jodido más, ¿cierto?
Ricardo sonríe.
—Así parece. — contesta.
— Pues se me ocurre algo. —dice dejando su vaso sobre la meza.
— ¿ah si? ¿Qué se te ocurre?
—Pues son las… —mira el reloj de pared cerca a su ventana. — son las 4:10 AM. Y yo no quiero estar viva para cuando lleguen las 6:00. Me quedan al menos 2 horas. ¿tu? ¿Quieres estar vivo al amanecer? —le pregunta.
— Pues…
Ricardo mira a Susana y la seriedad con la que dijo esas palabras. bebe un trago y le contesta.
— No, tampoco quiero ver el maldito sol salir.
Susana se levanta y camina hacia su ventana con su trago en la mano.
— ¿Qué te parece si aprovechamos estas 2 ultimas horas que nos quedan de vida? — le dice.
— ¿a que te refieres? — pregunta mirándola extrañado.
— A aprovechar las 2 ultimas horas, debe haber algo que quieras hacer después de todo, es decir… debe haber algo que te guste más que nada y después de hoy no harás jamás, a menos que en el infierno haya lo que te guste.
— Pues, lo único que más me gusta, aparte de beber es…
— ¿Qué es? — lo mira.
— Tocar el piano.
— ¿eres músico? —le pregunta ella.
— Si, uno no muy bueno por cierto, pero me encanta tocar el piano, a veces solía ir a practicar a una escuela de música que hay en la avenida Principal, al lado de la tienda de mascotas.
— creo que conozco el lugar.
— Me gustaría… tocar el piano una vez más…. — dice finado la vista en su bebida.
Susana se acerca al, se sienta a su lado.
— Pues que te parece si vamos a ese lugar y me tocas algo… —le dice mientras bebe.
— ¿he? —la mira.
— Si, vamos y… despídete de tu amigo. Ya que al amanecer ni tu ni yo estaremos más.
— Pero…
— Yo te llevo, ¿si?
Ricardo lo piensa unos instantes.
Termina su trago de un solo golpe.
— De acuerdo — contesta Ricardo levantándose y dejando su baso de whisky sobre la meza. — Vamos, voy a despedirme de mi sueño de ser músico como debe ser, tocando algo.
— Bien, entonces en marcha. —Dice Susana levantándose y dirigiéndose a la puerta.
— ¿no vas a ponerte… ropa? —Le pregunta Gustavo — ¿irás solo en bata?
— No necesitare ropa, ¿solo nos quedan 2 horas de vida, no? — Abre la puerta — ¿vienes?
— He… si, pero espera, iré por otra botella de Whisky.
Susana conduce entonces hasta la avenida central en donde estaba la pequeña escuela de música. En el trayecto tanto ella como Ricardo estuvieron nuevamente en silencio, muy pensativos.
— Bueno, aquí es, ¿cierto? — Dice Susana deteniendo el automóvil.
— Si…
Bajan del auto y se acercan al lugar.
— ¿tienes alguna idea de cómo podríamos entrar? — pregunta ella.
— no, creo que debimos pensar ene so antes— sonríe.
— Vamos, debe haber una forma.
— Quizás podamos entrar por detrás, si me subo al basurero quizás pueda alcanzar el techo e ingresar por una de las ventanas del segundo piso.
— de acuerdo. — le dice Susana y se dirigen a la parte trasera.
—Bien, espérame, ¿si? Subiré y tratare de romper la ventana… tu vigila— le dice mientras sube a través de unos tubos de la pared.
— De acuerdo, date prisa. —le dice.
Ricardo logra subir con mucho esfuerzo y quiebra una de las ventanas para así poder ingresar.
Después de un rato le abre la puerta trasera a Susana.
— ¿Por qué tardaste? —le pregunta e ingresa.
Ambos se dirigen entonces a lo que era un pequeño salón en donde se encontraba el piano. Ricardo se las arregla para forzar la cerradura y poder ingresar.
Al ingresar Ricardo camina lentamente hacia donde estaba el piano, su expresión era una mescla de tristeza y decepción, acaricia el piano y da un suspiro bastante profundo.
— bueno, ¿tocaras algo para mi? — le pregunta Susana.
— Si, claro… ese era el propósito de venir hasta aquí…— se sienta en banquillo del piano, abre la tapa y el compartimiento que cubre las teclas.
— ¿No necesitaras partituras o algo? —pregunta Susana sentándose en una de las sillas que habían en el aula frente al piano.
— No, tocare una que se de memoria, aunque no siempre me sale bien… pero quiero tocarla, es mi favorita. Espero te guste, esta te la dedico a ti, una incompleta desconocida — Le sonríe y se prepara — se llama claro de luna, es una composición de Beethoven.
Ricardo comienza entonces a tocar una melodía que reflejaba el gran dolor que tenia en su corazón, cada nota, cada melodía lo hacia volar, soñar y sufrir todo junto, aunque su expresión no reflejaba nada, ni tristeza, ni alegría, solo estaba concentrado en sus manos, pero la melodía hablaba por sus sentimientos.
Susana que lo estaba escuchando también estaba envuelta en la mágica melodía que envolvía todo el lugar, ella solo lo veía tocar mientras unas lagrimas se le escapaban de los ojos, que no se molestaba en limpiar, las lagrimas seguían brotando mas y mas, solitarias, sin la compañía de un sollozo o de un suspiro profundo, solo lagrimas.
Luego de unos instantes se detiene.
— No…—Susurra Susana.
— ¿He?
— Fue…fue hermoso… la música mas hermosa que he escuchado en toda mi vida.
— Si, es mi favorita, me alegra que te gustara.
— No se como explicar lo que me hizo sentir… eres un gran músico.
— Gracias, debes ser de las pocas personas que lo piensan.
— En serio, disfrute muchísimo escucharte tocar, fue como ver tu alma y ver la mía. Gracias por dedicarme esa melodía, Ricardo.
— No, gracias a ti por escucharme, Siempre quise tocar frente a un público en un lugar enorme, lleno de luces. Esto es lo más cercano que jamás pude estar. De verdad gracias. — se levanta cierra el piano y las teclas — ¿Ahora donde vamos? —mira su reloj. — 4:45Am. ¿Hay algo que tu quieras hacer antes de…
Susana se levanta.
—Si, hay algo que quiero hacer por ultima vez, pero antes… sabes… ¿Dónde conseguir un arma? —Le pregunta.
— Creo que si. — Contesta Ricardo.
—Bien, vamos entonces, ya no nos queda mucho. —Le dice Susana.
Ambos salen del lugar y parten en el auto.
Susana conduce hasta la casa de un conocido de Ricardo.
— ¿estas seguro que este amigo tuyo nos venderá un arma? —le pregunta Susana Deteniendo el auto frente a una casa.
— Si, su negocio es ese, estoy seguro que aquí tiene al menos una que nos venderá…
Susana saca de la guantera de su auto unos billetes.
— Creo que esto debería ser suficiente, ¿no? — pregunta.
— Pues, creo que si… es mucho dinero. —dice tomando el dinero.
— Dile que guarde el cambio.
Ricardo baja del auto y se dirige a la casa.
Toca el timbre de la casa.
— ¿Quién es? —contestan desde a dentro.
— Harold, soy yo, Ricardo.
— ¿Qué cosa haces aquí a esta hora? —le pregunta mientras abre la puerta y sale — son las 5 de la mañana, amigo.
— Lo se, es solo que necesito que… me vendas un arma.
— ¡¿Qué?! — se sorprende.
— Si, necesito un arma, aquí tengo el dinero. — le muestra los billetes.
Harold nota el lujoso auto estacionado frente a su casa y a Susana dentro de el.
— ¿Qué pasa aquí? ¿Y ese auto, amigo? —pregunta.
— No te preocupes por eso, es una amiga. Solo dime si me puedes vender un arma si o no.
— Claro que te puedo vender una… pero ¿para que la quieres?
— Vamos, Harold, si quisiera contestar preguntas no vendría aquí a comprarte un arma ¿no crees? —contesta.
— De acuerdo, ¿Cuánto traes? —pregunta.
— Todo esto — le da el dinero.
— Es mucho. — dice contándolo
— Solo necesito una buena arma, es todo.
— De acuerdo, por este dinero puedo conseguirte un rifle de guerra si deseas. Ya regreso — se mete a su casa.
Luego de un instante sale con el arma.
— Una Glock 19, muy buena arma, 15 balas en el cargador y una en la recamara, sin duda te servirá muy bien para lo que quieras hacer, sea lo que sea… — Le dice mostrándole el arma.
— Gracias, Harold. — Le agradece — ahora debo irme, amigo.
— Entiendo, ve con cuidado, Ricardo.
— Si.
Se dirige rápidamente al auto y parten.
— Jamás había tenido un arma en las manos — dice Ricardo mientras Susana conduce.
— tampoco yo, pero siempre hay una primera ves, ¿no?
— Si, ¿A dónde ahora? — pregunta Ricardo colocando el arma en la guantera.
— Pues a mi departamento, no nos queda mucho para el amanecer.
— De acuerdo.
Una ves en el apartamento Ricardo deja el arma sobre la meza de centro de la sala, se sienta en el sofá y coge la botella de Whisky.
Susana se para frente a la ventana.
— 5:30 AM. — dice mirando el mar.
— Si, y bien, Susana ¿qué es lo que quieres hacer por ultima ves? — le pregunta.
— Pues… — voltea a verlo — me he pasado casi toda mi adultez acostándome con sujetos a los cuales solo conocí unos instantes, siempre ebria o drogada y cada ves sintiéndome peor. — se desprende de su bata de baño quedándose totalmente desnuda de espaldas frente a la ventana.
Ricardo se quedó muy sorprendido, no esperaba eso.
—La ultima cosa que quiero hacer antes de… enviar todo a la mismísima mierda es hacer el amor— Dice mientras gira a ver a Ricardo.
—…— Ricardo estaba paralizado, sorprendido tanto por la reacción inesperada de Susana como por la belleza y el cuerpo casi perfecto de esta joven mujer desnuda frente a el.
Susana se acerca a el lentamente.
— ¿Me complacerías en este mi ultimo deseo? — le pregunta.
Ricardo solo la miraba a los ojos en silencio tratando de no posar su vista en los senos o los genitales de Susana.
Ella se posa sobre el con las piernas abiertas, colocando sus brazos alrededor de su cuello y besándolo apasionadamente. Ricardo le corresponde de igual forma el apasionado beso.
— ¿quiero pasar estos últimos minutos hasta que salga el sol haciendo el amor con un hombre que… me conoce aunque sea un poco mas que los otros con los que he tenido sexo en los últimos tiempos. Un músico frustrado pero apasionado, quiero que tus manos que hacen tan bella música acaricien mi cuerpo de arriba a bajo y me hagan flotar de pasión y excitación, no quiero solo sexo estas ves. quiero terminar mi vida aunque sea por una ves haciendo el amor.
— Pero… — Susana calla Federico colocando sus manos sobre los labios de este.
— Se que no me amas, pero se que te éxito, el bulto que siento en mi entrepierna me lo prueba. — sonríe pícaramente —Solo quiero sentir la pasión de un hombre que al igual que yo no tiene mas por que vivir y que al terminar esta noche no dejara unos billetes sobre mi cama y se ira, solo quiero pasar estos momentos finales de mi existencia creyendo que alguien me ama de verdad y no solo quiere saciar su lujuria. Hazme el amor como si de verdad me amaras, Ricardo, quiero que me arranques gritos de placer como melodías a un piano.
Ricardo asienta con la cabeza.
— entonces… ¿así terminaremos esta noche? —le pregunta a Susana.
— Si, envueltos en sabanas y con una bala en el cerebro.
— Si, te hago el amor… creo que quizás no tenga las fuerzas para jalar el gatillo después. — le dice.
— Pero quizás yo si. — le dice levantándose de encima de el, tomando la botella de Whisky y dirigiéndose a su alcoba. — ¿vienes? — le pregunta deteniéndose en la puerta.
Ricardo la mira a los ojos unos instantes, suspira profundamente, se acerca ala mesita de centro, coge el arma y camina hacia Susana. Ella le sonríe y lo lleva de la mano a la habitación.
FIN
jueves, 27 de enero de 2011


Escrito por: FranckPalaciosGrimaldo (2011-01-30)


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