Amigos... muy amigos... más que amigos


AMIGOS... MUY AMIGOS

Roberto caminaba hacia la casa de su amiga, compañera y vecina, se paró frente a la puerta y tocó el timbre esperando que acudieran a abrir.

No tardó en. Una niña de unos 12 años le sonrió.

- Buenos días Roberto, Alicia ya sale ¿Dónde vais?

- Buenos días Marina. Voy a acompañarla al centro comercial, tiene que comprar un regalo.

- Ah si, lo del amigo invisible.

- Ya estoy aquí - dijo una joven morena de ojos azules de unos 20 años - Hola Roberto.

- Hola Alicia ¿Nos vamos ya?

- Si, hasta luego Marina. Venga, vamos.

Caminaron en silencio por las calles nevadas, el viento era frío y parecía cortar la piel. Roberto miró las manos de Alicia, no se había puesto guantes para protegerlas y la chica las frotaba continuamente entre si tratando de que entraran en calor, se las veía enrojecidas por el frío. Durante unos momentos se lamentó de no haber cogido tampoco sus guantes, si lo hubiera hecho podría habérselos ofrecido a ella... pero él llevaba las manos dentro de los bolsillos de su abrigo y no las tenía demasiado frías, también pensó en coger una de las manos de la chica y meterla en su bolsillo, así al menos tendría una caliente... no, mejor no, Alicia era muy tímida, seguro que la hacia pasar un mal rato.

Conocía a Alicia prácticamente de toda la vida. Su familia vivía al lado de la suya. La primera vez que la vio tenían casi 4 años, era un día de invierno, como el de hoy, nevado y frío, él salía de su casa cogido de la mano de su madre, una familia nueva estaba haciendo su mudanza a la casa de al lado, su madre les llevaba algo de comida como gesto de bienvenida. Una preciosa niña se escondía asustada entre las piernas de su padre, nada mas verla, Roberto se sintió como fascinado por ella, era la niña más bonita que había visto nunca y tenía unos ojos grandes que le recordaban los copos de nieve al caer.

Mientras su madre hablaba con el padre de Alicia él no podía dejar de mirarla. Cuando por fin terminaron, aquel señor entró en la casa con la niña tan pegada a una de sus piernas que casi no le dejaba andar. Roberto tiró de la mano de su madre.

“- Era una niña muy bonita - le dijo cuando ésta le miró.

- ¿Te ha gustado la vecinita nueva? Espero que te portes bien con ella y seáis buenos amigos.

- Si mamá, lo seré, seré muy bueno y seré su amigo.”

Y lo fueron. Iban al colegio juntos, jugaban juntos, crecieron juntos... al igual que creció su amistad, sus confidencias y algo distinto dentro de Roberto.

Con el tiempo la amistad que sentía por Alicia fue convirtiéndose en algo más, al principio no sabía discernirlo, era un gran aprecio, era cariño, eran celos de verla al lado de otros chicos, eran deseos de tenerla cerca y protegerla, acariciar su suave piel, añorarla cuando no estaba a su lado, desear verla y escuchar su voz... se sentía tremendamente confundido y tardó en darse cuenta de que lo que sentía era lo que otros suelen llamar amor ¿Pero sentiría ella lo mismo? ¿Y cómo podría hacérselo entender? ¿Se atrevería a decírselo? Para Roberto era tan importante su amistad con Alicia que temía que sus sentimientos pudieran estropearla ¿Y si ella ya no podía verle de la misma forma? ¿Y si su confianza se veía mermada? No, no podía permitir que eso pasase, por eso callaba, guardaba dentro de él sus sentimientos y callaba... era preferible callar y seguir siendo al menos, su amigo.

Llegaron al centro comercial y estuvieron viendo algunas tiendas. No es que a Roberto le agradase mucho ver escaparates, pero estaba con ella y eso si le gustaba, por ella haría lo que fuera.

- ¡Ya se lo que voy a comprar! - dijo de pronto la chica alegremente.

- ¿Si? ¿Ya lo has decidido?

- Si, voy a comprar una bufanda ¿te parece bien?

- Genial, me parece genial.

- Espérame aquí, en ese banco, no tardo en venir.

- ¿No quieres que te acompañe?

- No, no... no voy a tardar.

Se sentó a esperarla, no tardó en regresar con una bolsa roja en las manos, sonriendo feliz. Y como ya habían hecho lo que habían ido a hacer se dirigieron a las puertas de salida. Justo antes de salir, Alicia se paró.

- Espera un momento, Roberto.

- ¿Pasa algo?

- Hoy es tu cumpleaños ¿verdad?

Roberto sonrió amablemente.

- Siempre te acuerdas, ni un año te has olvidado.

- De pequeños, cuando íbamos a primaria, lo celebrábamos siempre juntos con los demás niños ¿te acuerdas?

- Si, nuestros cumpleaños están muy cercanos, nuestros padres se ahorraban una fiesta... era muy divertido.

- Toma - sacó un paquete de la bolsa - He visto que no tenías, espero que te gusten.

Roberto cogió el paquete.

- No se que decir, no tenías que haberte molestado.

- Tonto, anda, ábrelo, los necesitas.

Roberto abrió el paquete... un par de manoplas azules era lo que escondía.

- Vaya, son fantásticas.

- ¿De veras te gustan?

- De verdad.... Gracias Alicia.

- ¡Que bien! Póntelas, hace frío.

Roberto sonrió, se colocó una de ellas pero la otra la puso en la mano de Alicia.

- Así está mejor, tú tampoco has traído guantes.

- Pe... pero... esto es un poco tonto.

- No, si te cojo esta mano - y uniendo la acción a la palabra cogió con su mano desnuda la de Alicia y la metió dentro de su bolsillo - ¿Ves? Así tendremos los dos las manos calentitas.

Ambos evitaban mirarse a los ojos, un ligero tono carmín teñía sus mejillas. En silencio salieron a la calle.

Volvían a caminar en silencio, ninguno de los dos se atrevía a decir nada, con las manos juntas dentro del bolsillo de Roberto, sin mirarse, sin decir una sola palabra, reanudaban el camino a sus casas.

- ¡Eh, chico! - gritaron de pronto unos niños interrumpiéndoles el paso - ¡Cómpranos un poco de muérdago!

- ¡Va, si cómpranos! ¡Siempre es bueno tener unas hojas de muérdago! - dijo uno de ellos sonriendo abiertamente.

Roberto frunció el ceño.

- ¿Para que iba a querer unas hojas de muérdago?

- ¡Vamos, compra! Es que necesitamos un poco de dinero para comprar unos dulces... venga... dános lo que quieras.

- No estamos haciendo nada malo... solo queremos unos bollos... venga, si no tienes caras de tacaño...

- Cómpraselas Roberto - habló Alicia - Son muy graciosos.

Roberto suspiró y soltó la mano de Alicia para sacarla del bolsillo y buscar su cartera, rebuscó algo de suelto, no demasiado.

- Tomad, no pienso daros más.

- ¡Bien! Toma... - le ofreció una ramita con unas cuántas hojas de muérdago.

- ¿Y ahora que hago con esto? - refunfuñó mirando aquello.

- ¿Es que no sabes? - uno de ellos se lo arrebató de las manos y se subió a un banco que tenían al lado, alzando la mano y colocando el muérdago sobre la cabeza de Alicia - ¿Ve? Esta sobre ella, ahora tienes que besarla.

Roberto y Alicia les miraron algo avergonzados.

- Venga ¿es que no sabes la tradición? Tienes que besarla.

- Desde luego - gruñía uno de ellos - Si es que en cuanto creces te vuelves estúpido, vamos, la chica se va a aburrir de esperar.

- No... - comenzó a decir Alicia terriblemente apurada - Si no... no...

Alicia miró a Roberto con sus grandes ojos, la nieve comenzaba a caer de nuevo y Roberto dejándose llevar y sin saber porqué aproximó su cara a la de su amiga, el rostro de Alicia estaba rojo como un tomate pero también sin saber porqué no era capaz de retirarse... cerró los ojos justo en el momento en que los labios suaves y cálidos de Roberto se posaban en los suyos.

Fue algo suave y rápido. Casi no tuvieron tiempo de asimilar lo que había pasado. Se miraban sin saber que decirse mientras los niños gritaban y se marchaban a buscar nuevos compradores para su muérdago. Roberto volvió a coger la mano de Alicia y la metió otra vez en el bolsillo.

Continuaron el camino, en silencio de nuevo pero con el corazón acelerado... Realmente para Roberto aquel cumpleaños estaba resultando el mejor de su vida.

... MAS QUE AMIGOS

Era el día del cumpleaños de Alicia.

Había pasado toda la mañana nerviosa. tenia esos nervios que se agarran al estómago, no te dejan comer y te producen unos molestos y dolorosos calambres. Todo por culpa de una conversación que tuvo el día anterior con Roberto.

"- Mañana, después de comer, estaré en el parquecito esperándote - le había dicho.

- Pe... pero... si nos veremos en mi cumpleaños..

- Solo será un momento, por favor, quiero decirte algo.

- ¿No me lo puedes decir ahora?

- No... ¿irás o no?

- Bu... bueno supongo que no habrá problema..

- Estupendo. Te estaré esperando ¿eh?"

Apenas había comido, era imposible, aquellos malditos nervios se lo impedían. Sabía que algo iba a pasar, lo presentía, era una sensación que nacía desde dentro de ella, no sabía explicar de que manera o como, pero lo sabía, lo notaba, algo estaba a punto de suceder. Sentada a la mesa, mientras los demás hablaban de cosas en general, ella no podía dejar de pensar en Roberto, en su gran amigo, quizás el mejor que tenía.

Le conocía desde que eran muy niños. Recordaba su primer día en la escuela, lo asustaba que estaba, a penas si se atrevía a levantar la vista, todo le aterraba y lo peor fue salir al patio, entonces si que se asustó, los niños corrían gritando y riendo y pasaban cerca de ella, incluso la empujaban sin darse cuenta y ella estaba allí, sola, quieta, sin atreverse a acercarse a esos niños desconocidos para ella. Y entre todos esos niños estaba él, el niño de grandes ojos verdes que la miraba fijamente, casi embobado. De pronto aquel niño se acercó con paso decidido y gesto huraño en su cara hacia ella, Alicia se asustó ¿que pasaría? ¿habría hecho algo malo?

"- Ven conmigo - dijo mientras la cogía de la mano, Alicia, asustada, se negó a moverse - Aquí te van a dar un empujón o peor con la pelota, estás en medio del campo, ven, vamos allí".

La pequeña Alicia miró a su alrededor, era cierto, estaba en la mitad de lo que parecía su campo de juegos y el lugar que señalaba el niño resultaba mucho más seguro para su integridad física, así que, tímidamente le siguió. Desde aquel día no se habían separado. Alicia recordaba cuando, en invierno, al llegar la hora del recreo Roberto se acercaba a ella con su abrigo y su bufanda y se los ponía encima.

"- Venga, vamos a jugar - le decía"

Siempre estaba allí, siempre había estado a su lado, si lo pensaba con detenimiento llegaba a la conclusión de que prácticamente en todos los momentos importantes de su vida Roberto estaba con ella. Y ella se había acostumbrado a que así fuera, por lo menos era lo que se decía a si misma cuando se daba cuenta de que estaba pensando en él. Últimamente pensaba demasiado en él ¿Por qué sería? ¿sería porque eran amigos muy cercanos? ¿o quizás porque estaba empezando a pensar en él de otra manera? ¿pudiera ser que su amistad se estuviese transformando en otro tipo de sentimiento?

Terminó la comida. Algo asustada, puso una excusa cualquiera para poder salir sin que su familia se extrañase demasiado y se dirigió al parquecito donde le había dicho Roberto que acudiese. No había nadie, quizás es que era demasiado pronto todavía. Se sentó en uno de los columpios que allí había, con los pies apoyados en la tierra, comenzó a balancearse débilmente mientras se sumergía en sus pensamientos.

Esperó. Hacía mucho frío, el aire estaba helado y parecía golpear la cara de Alicia casi de forma insolente, haciendo que las lágrimas llenasen sus ojos y resbalasen por sus mejillas sin poder controlarlas. Mientras se las secaba, Alicia reflexionaba que si alguien la viese en esos momentos pensaría que estaba llorando, allí, sola, sentada en un columpio en aquel vacío parque.

Miró el reloj, llevaba ya mucho tiempo esperando... si que tardaba Roberto, que extraño, él no es de las personas que suelen llegar tarde a las citas, quizás le había surgido algún problema... ¿que hacía? tenía mucho frío ¿continuaba esperando?... Mejor se marchaba, esto era demasiado tardar, ya le preguntaría a Roberto que quería decirle cuando le viese. Se levantó.

- ¿Ya te marchas? - oyó a su espalda.

Se giró bruscamente, allí estaba, de pie frente a ella, con su gesto serio y grave.

- Es que tardabas mucho.

- Llevo un rato aquí ¿no te habías dado cuenta?

- ¿Y por qué no has dicho nada?

Roberto suspiró.

- Estaba observándote.

- Bu... bueno ¿y qué querías decirme?

- Ven, vamos a sentarnos en ese banco - Roberto no podía negar que también estaba nervioso, por esa razón se había quedado mirándola sin atreverse a decir nada - Verás Alicia, yo creo que tenemos que hablar.

- ¿De qué?

- De nosotros, creo que hay algo que tenemos que aclarar de una vez por todas.

- ¿A que te refieres?

- Sabes a lo que me refiero.

Alicia sintió de pronto como el calor crecía dentro de ella, ya no tenía frío, al contrario, empezaba a sofocarse.

- Yo... esto...

- A lo que siento por ti - el chico bajó sus verdes ojos hacia el suelo - Alicia, es algo innegable, es absurdo que lo oculte por más tiempo, yo... estoy enamorado de ti.

Alicia se quedó petrificada, el corazón comenzó a latirle de una forma acelerada, casi dolorosa.

- No hace falta que me digas nada - continuó el chico - Es algo que necesitaba decirte. Se que ahora será difícil para ti continuar como si no hubiese pasado nada per...

- No - le cortó la chica sin atreverse a mirarle - Está bien. Es algo que teníamos que haber hablado hace tiempo.

- ¿Ya te habías dado cuenta?

- Me había dado cuenta de que siento algo por tí, no sé lo que es pero...

Roberto se quitó las manoplas y puso sus manos en ambas mejillas de la chica, obligándola a mirarle.

- Alicia ¿quieres decir que sientes lo mismo que yo?

- Pues yo... esta situación es algo... difícil.

- No Alicia, no lo es, yo te quiero... hace mucho tiempo que te quiero.

- Roberto es que yo... entre nosotros todo estaba bien y tengo miedo de que ahora...

Alicia desvió la mirada, ahora si que tenía calor y estaba segura de que su rostro se encontraba rojo de vergüenza. Roberto separó las manos de sus mejillas y metió una dentro de un bolsillo sacando una pequeña cajita.

- Alicia, me gustaría mucho que aceptaras esto, es algo más que un simple regalo de cumpleaños.

- Pero...

- Por favor, ábrelo y contéstame.

Temblorosa Alicia cogió la cajita que le ofrecía y la abrió. Dentro había un anillo dorado, muy sencillo, con una pequeña flor en cuyo centro brillaba una piedrecita.

- No es un diamante de verdad, mi presupuesto no daba para tanto.

- Es... precioso - dijo emocionada la chica.

- ¿No te lo vas a poner?

- No - negó con la cabeza - Pónmelo tú - añadió quitándose su guante y exteniéndo su mano hacia Roberto.

Nervioso, Roberto sacó el anillo de la caja y lentamente lo colocó en el dedo anular de Alicia.

- Alicia ¿esto significa que quieres salir conmigo?

El frío volvía a hacer que los ojos de Alicia se llenasen de lágrimas, ahora seguro que Roberto pensaría que lloraba de emoción. Miró por encima de su cabeza, estaban sentados bajo un árbol decorado con adornos de Navidad, sonrió.

- Mira arriba.

Roberto así lo hizo, justo encima de sus cabezas colgaba unas hojas de muérdago, alguien debía haberlo colocado muy estratégicamente.

- Esto significa que ahora debo besarte.

- Ajá.

Tímidamente se acercaron el uno al otro. Ya no sentían el frío. Estaba claro que aquellas Navidades estaban siendo las más especiales de su vida.

Escrito por: Tenshiko (2011-02-08)


Ranking: 5.0/1


1 FranckPalaciosGrimaldo  
0
y ya eran más que amigos... he, muy buena historia, amigo me ha encantado de verdad. como pasan poco a poco a ser enamorados, y es que a veces pasa así, me encanta el personaje de alicia, conoci a una chica asi, con esa personalidad un ves. en fin, me alegra que terminaran juntos, saludos amigo y 5 estrellas!!!!

2 Tenshiko  
0
Muchas gracias por el comentario, me ha alegrado mucho
Me gusta que te agradara biggrin
Gracias por leer





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