(Sin nombre) Primera parte


Intento calmar al hombre con las palabras correspondientes, pero el hombre ya había explotado y sus gritos rebotaban en toda la casa; en los tímpanos del perro; el los tímpanos de los vecinos; el los tímpanos de los paseantes que pasaban frente de la casa, y donde más, en los de la mujer. Dejando las palabras de la pobre esposa infeliz sin efecto, es más, quedaban ahogadas, como murmullos, que solo se escuchan una vez si, y otra vez no, una vez si y otra vez no…; dependiendo del tiempo que el hombre se tomase para gritar.
Ella, con el tortuoso tormento que soportaba, amenazo con el cuchillo, advirtiéndole que si no cállese, se iba haber en la obligación de utilizar el utensilio.
El hombre sonrió sorprendido, una mueca un tanto entupida de concertado, Como si quisiese expresar la hipocresía del acto de la mujer - ¿Me quieres clavar el filo? ¿Quieres hacer de esto algo serio?
La mujer sostuvo el cuchillo con ambas manos, alzando el mango a la altura de sus hombros, y el filo con mira hacia el hombre- Ya me canse, estoy podrida, todos los días es, ¿Cómo esperas que termine esto?
-Baja ese cuchillo ahora, entonces si no quieres que se pudra del todo.
-No lo bajo, ya estoy colmada de vivir así. ¡Estoy colmada de ti!
El hombre con paso lento pero precavido, estirando el brazo cuidadosamente como si quisiere quitarle algo a una serpiente dormida. A unos centímetros de la muñeca de la mujer, esta estalla en un grito< ¡no te acerques, que te lo clavo en la garganta! > El hombre retrocede al instante de un acto reflejo. Y levanta las palmas a la altura de la nuca, dando a entender con el gesto rendido que no tiene intenciones de perseguir.
El cuchillo que vibraba en los puños de la mujer, y algunos cabellos tirados hacia delante, daban la impresión de una mujer que ya ha perdido el juicio, el hombre advertido por la fisonomía de su esposa, advierte que no es recomendable seguir tal suceso hasta el final, y comienza a retroceder, con cautela, sus pasos hasta la puerta de calle, sin perder la vista ni un instante a su mujer. <Me iré, tranquila, ¿vale?, volveré más tarde> cerrando la puerta con precaución.
Una vez sola la mujer, que aún mantenía su posición, como si algo se quebrase dentro de ella, rompe a llorar, el cuchillo se desvanece de la mano y sale despedido por el suelo cerámico.


Escrito por: Violinista (2010-07-16)


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