Cavando la tumba entre tumbas.


No había sido planeado para nada. Simplemente fue una idea que se les ocurrió al azar. El azar esta vez los iba a traicionar. Eran un grupo de 5 o 6, y salieron en la camioneta de el dueño de casa. Estaban todos nerviosos, aunque no lo querían demostrar. Todos estaban callados y lo único que se escuchaba era el ruido del viejo y gastado motor. El viaje pareció una eternidad, porque todos estaban ensimismados en sus pensamientos. Cuando llegaron bajaron lentamente, como si haciendo eso iba a ser menos terrorífico. En la penumbra de la noche todos se acercaban a la puerta muy lentamente, y todos muy juntos, y si esto hubiera pasado en otras circunstancias hubiera parecido muy gracioso. Ahora el mayor de todos abrió la puerta. La empujó lentamente, con miedo, como si la puerta fuera a atacarlo. El cementerio quedo a su vista. Estaba muy oscuro y las lapidas amontonadas le daban un aspecto desordenado, pero no así menos escalofriante. Las dos chicas del grupo iban juntas, casi tomadas de la mano, aunque nunca se lo hubieran permitido. Los chicos iban detrás, como si fueran a defenderlos. Llegaron a un punto que, por acuerdo tácito, se detuvieron. Miraron la penumbra y sintieron un escalofrío. Se sentaron en el pasto, que estaba mojado por una fina capa de rocío. Todos estaban tan asustados que no hablaban. Llegó un momento en el que la tensión pasó y se calmaron. Empezaron a hablar, aunque despacio y casi susurrando. Cuando fueron acostumbrándose a ese silencio sepulcral, empezaron a hacer chistes sobre el lugar, como por ejemplo: "Tengan cuidado que no los agarre ningún muerto" o "Fíjense si hay alguien escondiéndose tras alguna lapida, puede tomarlos por sorpresa y matarlos". Una de las chicas del grupo se paró y le pidió la campera al novio, la cual se puso y estiró hacia abajo, tapando sus piernas, puesto que llevaba un short cortísimo y se le congelaban las mismas. Al tiempo que terminaba, su novio la tomó de la mano y la llevó más allá, donde los ojos de sus amigos no pudieran verlos. Dado que había tomado, y ella también, se alejaron más de lo que debían. Tanto que cuando quisieron volver, luego de haberse besado desvergonzadamente, no encontraron a sus amigos. No se asustaron, porque pensaron que por haber tardado tanto sus amigos regresaron a la camioneta, aunque ni ellos creían que eso fuera verdad. Lo real era que se habían perdido. Y lo peor era que jamás verían de nuevo el sol salir. Ni esconderse. Ni volverían a ver los pájaros a la mañana, ni volverían a ver a su familia. Sin pensarlo estaban cavando su propia tumba.


Escrito por: Fortepiano (2011-03-07)


Ranking: 4.5/2


1 martin josue  
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juaz, maravilloso, el final lo venia viendo, pensé que se trataba de algun moustro o algo que los mataria pero no, fue que quedo ahí, pero nada más. asombroso relato.

2 Lucia  
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Alguns dos nossos poledticos sf3 ve3o e0s iivncatiias para nos darem a "seca" dos seus discursos, que nf3s je1 conhecemos porque usam o sistema da "cassete". Temos que levar sempre com a obra feita, mas nunca se lembram de nos avisar de outra coisa que tambe9m sabemos - que nf3s havemos de pagar. Nf3s e os nossos filhos... Assim quem quer faz...Ne3o vejo raze3o para se gabarem.Outra raze3o e9 a fotografia, como se isso valorizasse algue9m. A Lili Canee7as e9 que pensa que por vir nas revistas passa a ter muito valor. Eu dou mais valor e0s nossas cientedstas, ignoradas nos seus gabinetes de trabalho.Eu agora fae7o ao contre1rio dos poledticos, porque je1 ne3o tenho pacieancia para aplicar mal o meu tempo: entro quando se calam ou viram costas. Eu vou para ver os meus concidade3os, ne3o para ouvir as "doze palavras ditas e retornadas" dos velhos contos populares.Parabe9ns, Sr. Paiva Setfabal!





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