Nuestro último paseo juntos


El cristal bajado me deja oler el dulce aroma de las flores. Cierro los ojos y saco levemente la cabeza para que el aire me refresque. Hemos dejado muy atrás los grises edificios y por fin podremos disfrutar de un día de campo, hacía mucho que sus largas jornadas de trabajo no nos dejaban dar nuestros habituales paseos. Las últimas semanas las he pasado esperando ante la puerta con el único objetivo de verle aparecer y que me regalase sus caricias. Tengo muchísimas ganas de que el coche se detenga para que juntos recorramos cada rincón.

Hoy huele de manera especial, cada pocos segundos acerco mi nariz a su cuello para embriagarme con su perfume. Cuando cambia las marchas puedo sentir el suave calor de su mano tan cerca que gimo sin poder controlarme. Trago saliva, tengo la boca seca. Percibo que hoy es especial, me habla con mucha ternura y su manera de tocarme no es como antes. Hasa ha dejado que una lágrima resbale por su cara. Pero no quiero pensar que nada malo pueda pasar, hoy es nuestro día. No le guardo ningún rencor por la manera en que me ha tratado, al contrario no paro de darle las gracias.
Últimamente su humor ya no es tan jovial como antes, escondido bajo una perpetua pila de papeles casi no me ha dirigido la palabra, ni siquiera se prestaba a mirarme. Mis días se llenaban con escasos segundos en los que me roza y siento su tacto, pero cuando me tumbaba para que siguiera regresaba a lo que estaba haciendo, dejándome allí sin explicación alguna. Pero no desisto, me conformo con esos pocos momentos de intimidad, en los que el mundo se cierra para mí.

Por fin el coche se detiene, espero dentro hasta que venga a abrir la puerta. Estoy deseando que lo haga para salir, los segundos se me hacen eternos. Una vez que la abre espero a que me indique qué prefiere que hagamos. Extiende su mano y me doy cuenta que me permite correr como el día que nos conocimos. Sabe cuánto me gusta sentir esa sensación de libertad. Obedeciendo, corro tanto como puedo, sintiendo el césped recién cortado bajo mí. El sol sobre mi espalda me agota enseguida pero no puedo parar de correr, antes solía acompañarme en mis carreras ya no le divierten tanto, no me quejo porque al menos me deja disfrutar de este momento de felicidad. Veo un enorme matorral y curioseo por detrás, un enorme charco refleja las nubes sobre él y me embobo con la belleza de su simplicidad, absorbiendo cada instante como si fuera el último.
Un sordo golpe hace que me detenga. Miro atrás y veo cómo se ha metido en el coche y acelera de vuelta por el mismo camino que habíamos recorrido minutos antes. Me apresuro para regresar a su lado, puede que una vez más se haya enfadado por dejarle atrás. Tengo que pedirle perdón, pero el coche cada vez está más lejos. Aprieto el paso para llegar a su lado y decirle que se ha olvidado de mí. Pero una nube de tierra tras las ruedas me impide acercarme. Paro para respirar, las pequeñas motas de tierra se me meten por los orificios nasales y tengo que mojármelos para recuperar la respiración. Además en la oreja siento un pinchazo que me obliga a levantar la pata trasera y rascarme con fuerza.
Miro a lo largo del camino, pero está despejado y ya no hay muestras de su presencia. Seguramente regrese dentro de poco, y no quiero que cuando eso pase no me encuentre. Me siento a esperarle a un lado del camino.
¿Tardará mucho mi amo?


Escrito por: Donocoe (2010-06-28)


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1 Stick  
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El final, me ha dejado un sentimiento de ligera tristura. La forma en que relatas, escamoteando dados todo el tiempo, me fascina.

A mi humilde opinión, creo que la parte donde "se rasca la oreja" esta bien creada, sin embargo, desvela la posibilidad de los dos finales a elegir. Como seguramente tú lo predispusiste así desde el momento que lo pusiste hay. Bien hecho.


2 Violinista  
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Deja "huellas" en el sentimiento...

3 donocoe  
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Muchas gracias!!! Me alegra que os haya gustado.

4 robles  
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Una narración excelente vi, me sorprendió





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