Susurros del más allá


Con las manos apoyadas sobre los muslos y los ojos cerrados, me esfuerzo por concentrar toda mi atención en cualquier pequeño siseo, invento murmullos donde no los hay y confundo la brisa que se escapa por las comisuras de la ventana con un susurro. Imagino conexiones que mi conciencia se niega a creer.

Enfrentando mi lado racional al que me obliga a prestar atención a cualquier muestra de contacto, por mínima que ésta sea.

Deseo calmar el dolor y la negación de su partida.

No tengo mayor salida que la de volcar mi esperanza en cualquier oportunidad que se interponga en mi camino.

Porque siento que sin esta motivación que me empuja y asfixia no conseguiría levantarme cada mañana sin que el azote de la vida me hunda más y más en la monotonía de seguir por seguir, y mi cotidianidad se transforme en una espuma de anhelo.

Quizá lo que me llevó a esta habitación oscura en medio de la noche sea el miedo a olvidar los días que una vez compartimos. Porque los recuerdos se componen de pequeños momentos de cariño en los que lo más mínimo se convierte en un todo, y sin ellos no imagino manera alguna de continuar.

Escucho por enésima vez lo que a mis oídos parecen ser claramente unas palabras, y una vez más me niego a darles veracidad, pero mi mente desatada trata de recibir lo que le transmiten y aflojando la barrera que me impide ver lo inmaterial cedo y dejo de oponer resistencia a creerme que realmente pueda estar sucediendo.

Desencajada abro los ojos, asustada por conseguir lo que con tantas ansías he tratado de lograr durante todo este tiempo. Frente a mí una tenue burbuja brillante resalta sobre el cristal reflejando una imagen que hace que reviva un tiempo en el que había felicidad sin necesidad de esfuerzo. Me levanto rápidamente del asiento, con boca temblorosa callo lo que no me atrevo a decir en alto, todavía no. Una imagen, que mi memoria había empezado a convertir en una figura borrosa de mis recuerdos, resplandece ante mí con fulgor. Y no puedo más que sonreír intermitentemente, alterada pero contenta, sufriendo la angustia de no controlar mis emociones y superando la tonta vergüenza de volver a encontrarnos otra vez, me acerco con paso acobardado. Alzando la mano delante de mis ojos busco el roce que me haga sentir otra vez su tacto inconfundible. Mi mano atraviesa el halo luminoso sin llegar a palpar sustancia, pero en la yema de mis dedos una ligera caricia me extasia provocando unas cosquillas incontrolables a lo largo de mi antebrazo.

Una lágrima osa salir recorriendo mi mejilla mientras otras que le siguen se esperan en el borde del lagrimal. Y por más que intente enfocar, éstas me impiden ver con claridad. Pronto la imagen empieza a ser todavía más borrosa, me limpio con brusquedad los ojos, no quiero perderme ni un segundo, no sé cuánto tiempo puede durar.

Contrayendo el aliento trago saliva, limpiando mi voz.

A pesar de haber pensado durante tantas veces las palabras adecuadas para este momento no me acuerdo ni de tan siquiera lo que necesitaba hacerle llegar, me basta con estos escasos segundos que me hacen rememorar.

-Te he echado tanto de menos…

Escrito por: Donocoe (2010-06-28)


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Tus metáforas se desatan con una furia implacable. Bien escrito.

2 Donocoe  
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Muchas gracias Stick!





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